Estoy en una de esas etapas que marcan principios y finales.
Un dilema constante, un tira y afloja.
Un sentir al máximo, un arrepentimiento incesante.
Con la mente en permanente contradicción, sin saber si este sentir es euforia, tristeza, nostalgia, miedo, atrevimiento…
Es un momento de hacer balance, mirar atrás y comenzar a despedirme.
En abril se cumplen cuatro años de la pérdida de mi Padre. Sé que tengo que dejarle ir, pero me aferro.
Han sido unos años de enorme aprendizaje y de sufrimiento, pero también años de saborear lo realmente importante de la vida.
Ha sido muy duro repartir alegría con el corazón roto.
Al principio, después de cada actuación, me esperaban quilómetros de lágrimas en el coche de vuelta a casa.
Pero que bonito y generoso es ofrecer tu esencia y tu sonrisa teniendo el alma partida en pedazos y el corazón llorando.
Ha sido una etapa de autoexigencia que me ha dejado exhausta.
Ahora estoy en un momento de desear fluir intensamente, pero con la culpa acechando.
Una vez más aprendiendo a aceptar lo que viene y lo que siento.
Intentando ser mi propia mejor amiga, aunque el propio juicio exprima mi ser.
Esther Ruth
Comentarios
Publicar un comentario